Allí

Te sentaste a mirar ese lugar, como lo hiciera yo tiempo después. Tu huella siempre deja un saldo por donde paso.

Me prestaste tus ojos tantas veces para mirar cosas a través de ellos. Hubiera querido devolverte eso precioso que resulta de compartir una mirada.

Hoy cumplirás 85 años. Odiarías tanto este momento del mundo, y tendrías razón, como casi siempre.

9

Hay algo en ese número de años que da mucho. Y hay una sensación de corta distancia. No sé. Será tu presencia madre, en las maneras de tu hijo, en el rostro de tu hija. En la voz que resuena cuando se sabe del propio error. En la mirada a través de la tuya, esa mirada que se trata de retomar cuando se la necesita tanto.

Mi madre, ese talismán, esa promesa

Hoy es 26 de mayo. Llueve. Típico del 26, decía ella.

Salí temprano del trabajo, dolor de espalda y mucho tráfico. Y empecé a buscar algo de música para poner en el auto.

Mi madre tenía un ancho gusto musical. Exquisita en algunas cosas y popularisima en otras. Y recordé un grupo bastante hortera, y hortera digo por lo español.

Busco el grupo y por supuesto, me sé todas las letras. Allí está ella también, mi madre, en esas letras cursis de Mocedades, ella, mi pequeño talismán, el agua de mi fuente, una promesa.

Salud, Beatriz.

la voz

Son nueve años ya desde que escucho la voz de mi padre en mi cabeza e imagino qué diría, qué haría, qué me diría en ciertas situaciones. Hace unos meses pienso que me reclamaría una curaduría realizada solo con textiles, y sonrío.

Me escribiste un día con la frase de Neruda: «Para sobrevivirme te forjé como un arma», no sé si seré un arma torpe, pero siento tu fuerza en la voz tuya que me habita.

Como si fuera que no nos hace falta gente así


Hoy fui a despedirme un rato de Charles. De ida y de vuelta me acordé de cuando lo conocí, creo que fue en lo de Anibal Cardozo, infaltable allí Sergio Cáceres, creo que también estaba Nico Granada. Cuando eso el seminario ya existía pero ni él ni Enio, su hermano, todavía lo integraban. Le entregué mi primer ensayito, una cosa muy primaria que él leyó y cuya devolución me dio un poco de seguridad. Anotó cosas y recuerdo que dijo algo como que allí había una bella tesis. Era una cosa muy retórica la que había escrito, pero que haya dicho algo relacionado a la belleza para mí fue importante.

Fuimos compañeros en el seminario Espacio/Crítica durante algunos años, su agudeza allí se notaba, levantó la vara, sin dudas, con esa voz pausada, una voz que intentaba pasar desapercibida.

Luego, cuando empecé a coordinar los seminarios, accedió siempre a dar charlas, generosamente. De todo hablaba con solvencia y sin aspavientos. Se notaba una sensibilidad particular. Fue recién después que me enteré de que además era músico y hace poco, de su pasión por la pintura. Aunque alguna vez me había comentado de su alejamiento con respecto a la filosofía del arte, quizá haya sido esa tan solo una fase.

Últimamente hablábamos poco y siempre las charlas se circunscribieron al ámbito profesional y académico. Yo quería que se integrase al ISA, y a la Maestría que queremos sacar.

Estoy enojada, como si no nos hiciera falta gente así.

Para la gente que lo quiera leer, comparto su página de Academia.edu: Charles Quevedo | Independent Researcher – Academia.edu

También comparto esta foto que encontré hoy entre los archivos del seminario, porque lo quiero recordar así (en la foto también me encuentro con Miguel, otra pérdida).

Seminario Espacio/Crítica, Biblioteca del Juan de Salazar, 2011. En la foto de izquierda a derecha, Santiago Montiel, Lia Colombino, Charles Quevedo, Paulo López, Miguel Méndez, Sergio Cáceres.

Moby Dick – Herman Melville

Fuente: – Moby Dick Transcendent (1930), Rockwell Kent, illustration for the Lakeside Press edition of Moby-Dick. https://apollo.imgix.net/content/uploads/2019/08/4_MD.jpg?auto=compress,format&w=900&h=600

Vuelvo a mis lecturas fragmentarias.

Lo leí de grande, nunca fue muy de las cosas enciclopédicas, quizá por ello alargué mucho su lectura, durante años la tuve en la mesa de luz para leerla de a poquito con pausas a veces de varios meses. A veces releí partes para recordar. Una vez, estando cerca, quise ir a Nantucket, pero me corté un dedo y gasté lo que tenía planeado gastar en su costura y curación, y en una antitetánica.

Mis pasajes predilectos son largos, por lo que no los tengo subrayados, solo marcados. Debo decir que pertenecen al inicio de la novela, el III y el IV. El primero de ellos es el encuentro de Ismael y Queequeg, donde ambos deben compartir una cama. Y el segundo, hace referencia al despertar de ambos. No los pondré aquí porque resultan extensos.

El capítulo LVIII, llamado Brit, también fue marcado en su totalidad, aunque aquí pondré algunas de sus partes en particular. Así también, marqué que capítulo CXI llamado El Pacífico.

Aquí elegí algunas cosas, solo para recorrer el libro de nuevo.

Pero la Fe, al igual que el chacal, halla su alimento entre las tumbas, y desde este cúmulo de dudas ya muertas saca sus mayores esperanzas de vida. (p.53)

Queequeg había nacido en Kokovoko, lejana isla situada al Sudoeste. No está en ningún mapa; ningún lugar verdadero lo está nunca. (p.79).

(…) hay algo impalpable en lo más recóndito de este color [blanco] que causa más pánico al alma que el rojo que nos asusta en la sangre. (p. 255)

(…) el espíritu que salía llameando por aquellos ojos cuando Ahab surgía corriendo de su camarote no era sino algo vacío, un ser sonámbulo e informe, un rayo de luz viva, por supuesto, pero sin objeto que colorear y, por ende, un verdadero vacío en sí. ¡Que Dios te proteja, viejo! Tus pensamientos han engendrado una criatura en ti; su intensidad te ha convertido en un Prometeo. Un buitre te roerá eternamente el corazón, un buitre que no es más que el ser que tú engendraste. (p.271-272).

(…) por mucho que el infantil ser humano alardee de su ciencia y de su habilidad, y por mucho que en un halagüeño futuro esa ciencia y esa habilidad puedan ser desarrolladas, lo cierto es que para siempre y siempre, hasta el fin del mundo, el mar le insultará y le asesinará, y pulverizará la más majestuosa y poderosa de las fragatas que el hombre sea capaz de construir (…). (p.371).

Considerad la sutileza del mar, cómo sus más temibles criaturas se deslizan bajo sus aguas, sin ser vistas apenas, escondiéndose traicioneramente bajo los más bellos matices azules. Considerad también la diabólica brillantez y belleza de muchas especies de tiburones. Considerad una vez más el universal canibalismo del mar, cuyas criaturas se devoran unas a otras sin excepción, haciéndose una guerra eterna desde que el mundo empezó.

Considerad todo esto, y luego volved vuestra mirada hacia esta tierra verde, dócil y amable; considerad ambas cosas el mar y la tierra, ¿y no encontráis una extraña analogía con algo que hay en vosotros mismos? Pues del mismo modo que este espantoso océano rodea la verde tierra, también en el alma del hombre yace una insular Tahití, llena de paz y gozo pero rodeada de todos los horrores de una vida conocida a medias. (p.372-373)

Todos los hombres viven envueltos por cabos balleneros. Todos nacen con un dogal al cuello; mas es sólo cuando se ven atrapados en el veloz e inesperado torbellino de la muerte que los seres mortales se dan cuenta de los silenciosos, sutiles y omnipresentes peligros de la vida. Y si eres filósofo, aunque estuvieses sentado en la lancha ballenera, no sentirías ni pizca más de temor del que experimentarías de estar cómodamente sentado ante el fuego, con un atizador en vez de un arpón a tu lado. (p.381)

Sois tiburones, cierto, pero si gobernáis al tiburón que hay en vosotros, ¡caramba!, pues entonces seréis ángeles, pues todo ángel no es más que un tiburón que sabe gobernarse. (p.398)

¿No resulta curioso que un ser tan vasto como la ballena vea el mundo a través de un ojo tan pequeño, y oiga tronar a través de un oído que es más diminuto que el de una liebre? Pero si sus ojos fuesen tan anchos como la lente del gran telescopio de Herschel, y sus oídos tan espaciosos como los pórticos de las catedrales, ¿sería por ello más larga su vista y más aguzado su oído? No, en absoluto… Entonces, ¿por qué tratáis de «ensanchar» vuestra mente? Sutilizadla. (p. 447)

Sí, nos hallábamos en esa calma encantada que dicen que hay en el corazón de todas las conmociones. (p.523)

¿Qué era América en 1492 sino un pez suelto en que Colón clavó el estandarte de España a modo de banderola que señalaba su pertenencia a sus regios señor y señora? ¿Qué era Polonia para el Zar? ¿Y Grecia para los turcos? ¿Qué era la India para Inglaterra? ¿Qué acabará por ser México para los Estados Unidos? Peces sueltos todos ellos.

¿Qué son los Derechos del Hombre y las Libertades del Mundo sino peces sueltos? ¿Y qué sino peces sueltos las mentes y opiniones de los todos los hombres? ¿Qué son para los ostentosos y taimados verbalistas las ideas de los pensadores sino peces sueltos? ¿Qué es el gran globo terráqueo sino un pez suelto? ¿Y qué eres tú, lector, sino un pez suelto y un pez amarrado también? (p.540)

Y así como al ser invadidos sus valles, los glaciares suizos se han retirado a sus montañas; del mismo modo las citadas ballenas, ahuyentadas de las sabanas y claros de en medio del mar, pueden recurrir en último extremo a sus ciudadelas polares y, zambulléndose por debajo de las últimas y cristalinas barreras que hay allí, aflorar a la superficie entre campos helados y masas de hielo flotante, y, en medio de un círculo encantado de perdurable diciembre, lanzar su desafío a la persecución de los hombres. (p.627)

(…) consideramos a la ballena inmortal coo especie, por muy perecedera que sea como individuo, Nadaba en los mares antes de que los continentes emergiesen; en otros tiempos surcó surcó las aguas allí donde donde hoy se alzan las Tullerías, el castillo de Windsor y el Kremlin. Durante el Diluvio Universal menospreció el Arca de Noé; y si alguna vez el mundo vuelve a verse inundado, al igual que los Países Bajos, para matar de una vez a todas sus ratas, entonces la ballena eterna sobrevivirá y, alzándose en la más alta cresta de la inundación ecuatorial, lanzará su surtidor de espuma en desafío a los cielos. (p.628)

Los climas más cálidos crían los colmillos más crueles: el tigre de Bengala acecha en bosquecillos perfumados de verdor incesante. Los cielos más refulgentes albergan los truenos más mortíferos: la esplendorosa Cuba sabe de tornados como jamás barrieron las tierras del Norte. Así, también, en aquellos resplandecientes mares del Japón, el marinero se encuentra con la más espantosa de las tormentas: el tifón. A veces estallará en aquel cielo sin nubes del mismo modo que la bomba explota en medio de la ciudad tranquila y adormecida. (p.677)

(…) para la prodigiosa pericia del perseguidor, una cosa tan proverbialmente evanescente como es la estela escrita en el agua se convierte, para todos los efectos apetecidos, en una señal tan digna de confianza como la tierra firme. (p.748)

La puntualidad de las fechas

Es una obviedad pero eso no le resta contundencia, las fechas llegan, puntuales. Hoy el padre hubiera contado 84 años. Sigue despertando amores y odios sempiternos, y eso lo revive todos los días un poco. Porque el amor y el odio se parecen mucho y mantienen esa fuerza que supo ser, ese latido que no cesa.

Por ese latido, por esa fuerza, brindo.

10.09

Ayer pasé por el manaka que florece siempre por estas fechas. Le tomé una foto pensando en que hoy se cumplen ocho años de tu encuentro con el fuego. Ese fuego que te llevó a todos lados, porque estás en todo lo que hago y lo que miro.

El otro día me miré al espejo y te vi, y fue triste, porque no eras vos.

Hoy saqué esas tacitas de flores que guardabas, están allí puntuales, igual que manaká florido de septiembre.

Yo no entiendo más nada

Hay algo que en mi cabeza no se me acomoda.

Yo no tengo hijos, y no los tendré. Mi vida se acaba conmigo, no hay extensión de mi vida en el futuro, así que yo quizá pueda vivir mi vida como si el futuro no llegara a existir en el más allá del tiempo. De igual modo, no lo hago.

Ahora, la gente que ha decidido tenerlos, o hasta la gente por la cual la vida misma o la cultura en la que crecieron ha decidido por ellos, ¿no deberían pensar un poquito en ese más allá del tiempo?

Hablo de este humo que nos envuelve, y que no es por la quema de basura, es la estrategia de la quema de pasturas la que nos trae esto, es el cambio climático, es la deforestación indiscriminada.

Siempre se ha hecho, si. Pero nunca hemos experimentado este cambio climático, nunca hemos llegado a estos niveles de deforestación. Entonces, la ecuación no es tan difícil. Han cambiado las condiciones, ¿no será que tengo que cambiar mis estrategias?

Escribo esto y veo en la ventana un paisaje de fin del mundo, la pandemia, los incendios, las mismas prácticas políticas.

Pero bueno, yo me acabo conmigo. ¿Qué tienen en la cabeza aquellas personas que legarán a sus hijos esta tierra yerma?